Mientras nuestros Gobiernos creen ver
en sus bolas de cristal una mágica salida de la crisis dentro de
uno, dos, tres, cuatro años, la dura realidad es que España crece
en desempleo por encima del 25% y solo propone la falsa salida de
minijobs basura para esa generación joven que está perdida para el
empleo. En el caso de Euskadi, vale la misma argumentación,
aplicando una pequeña rebaja a la gravedad del asunto.
Las medidas en marcha no abordan el
tema del desempleo, sino como subproducto deseado de la ingeniería
financiera. De hecho, las medidas en marcha empeoran, y mucho, la
situación del empleo a corto plazo. La situación es tan desesperada
que no da tiempo de sentarse a ver si la bola de cristal acierta. Hay
que mejorar el empleo hoy. Ahora.
En algunas empresas, los trabajadores
han propuesto la medida obvia: en lugar de echar a personas a la
calle, prefieren repartir entre todas el empleo y el salario. ¿El
resultado? Menos paro, en ese ámbito concreto.
En cada vez más familias, el reparto
se produce por la vía del desempleo: los que no trabajan son
mantenidos por los que siguen ingresando su salario. Solución mucho
peor, que crea relaciones de dependencia indeseables. Sería
preferible que mi familiar hiciera una parte de mi trabajo.
Si consideramos a nuestro barrio,
nuestra ciudad, nuestra tierra, nuestro país como una gran familia,
o como una organización, llegaremos a la conclusión de que la mejor
medida para acabar con el desempleo es repartir el empleo existente.
Una ecuación sencilla: por cada 4 trabajadores que se redujeran la
jornada un 20%, se podría contratar a otra persona. Aplicado de
manera total, el paro quedaría por debajo del 10%.
Es cierto que no se puede aplicar la
ecuación así, sin más. De hecho, la reducción de horas debería
ser mayor y la reducción de salarios no siempre sería posible.
Estos son los límites:
·Los ingresos familiares no pueden
bajar de un mínimo para soportar el gasto corriente
·Las jornadas que ya están reducidas,
no hay que volverlas a reducir
·Hay que seguir cotizando el 100% a
jubilación a partir de cierta edad
·Hay que hacer algo radical con las
hipotecas, que impiden toda flexibilidad a muchas familias
A cambio, el inmenso gasto público
dedicado al desempleo podría ser reutilizado para favorecer esta vía
de empleo.
Después de pensar en global, volvamos
a pensar en lo cercano. Si en el equipo de trabajo nos redujéramos
la jormada en un tercio, por cada dos voluntarios podríamos
incorporar a una nueva persona. Por ejemplo, si lo hicieran la mitad
de los 100.000 funcionarios vascos, se podrían sacar del paro a
25.000 personas, un porcentaje significativo del paro en Euskadi.
Además del beneficio obvio para el
empleo -que ya justifica por sí solo esta medida- hay beneficios
adicionales:
·Mejora la productividad: todos somos
más productivos en 6 horas que en 8.
·Mejora el recambio generacional: se
incorpora gente joven que puede aprender de los mayores que siguen
ahí, con menos jornada.
·Disminuye la espantosa desigualdad
social a la que estamos abocados
·Mejora el reparto entre sexos del
trabajo no remunerado; esto es, las tareas domésticas.
·Crea una bolsa de tiempo que se puede
dedicar a aprender, innovar y aportar valor social.
·Cambia consumo por ocio, por
oportunidades para la salud y la cultura.
¿Quién pierde? Solo los negocios que
viven del consumo de alta gama. Nada que debiera preocuparnos.
Cada vez que he propuesto esto, me he
encontrado con la misma respuesta. A saber: es una medida necesaria y
evidente, PERO quien tiene trabajo no va a querer repartirlo. Bien,
si estamos de acuerdo en que es una medida necesaria, la situación
hoy es lo bastante dramática para poder convencer sobre el reparto.
Ya planteé esto en 2008, pero entonces
estábamos todavía bajo la burbuja y no se percibía que fuera
imprescindible. Hoy, lo es. Piénsalo, ¿qué te da más miedo, tener
que reducir gastos y vivir con menos, o estar en riesgo de caer en el
lado de los que no tienen nada?
No he oído a los partidos políticos
plantear esto. Y, en cuanto a los sindicatos, ¿seguiréis
concentrados en negociar un aumento de una décima de punto en el
convenio o vamos a abordar los problemas realmente importantes? De
hecho, si mañana dos de nosotros propusiéramos en nuestra
organización reducirnos un tercio la jornada a cambio de que se
contrate a otra persona más, probablemente ni la empresa ni el
sindicato nos apoyarían. Es más, seríamos tildados de vagos, de
radicales, o de estúpidos. Pues bien, yo quiero ser más vago, más
radical y más estúpido. Y vivir mejor, sin tener que pensar en cómo
subsisten mis vecinos desempleados.
¿A alguien se le ocurre por donde
empezar?
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