Hace
poco más de dos años, el Observatorio de la Realidad Social de
Navarra, organizó una jornada sobre el Reparto del Trabajo (RDT),
con el título de: "¿Un
RDT para una sociedad post-crisis?", que
criticamos alegando que en 2017 no podía hablarse de sociedad
post-crisis. Decíamos: "La
crisis ni es solo económica, ni ha pasado; es múltiple, apenas
acaba de llegar y lo ha hecho para quedarse".
En
este momento, sin que los colectivos que más padecieron la crisis
económica de 2008 hayan salido de ella, otra crisis nos golpea de
nuevo; esta vez en forma de pandemia por coronavirus. El drama
sanitario que estamos viviendo, con el ánimo encogido al ver lo
vulnerables que somos y los colapsos sanitarios de las zonas más
afectadas, hace que nos volvamos a preguntar: ¿podemos llamar crisis
a lo que está sucediendo o es solo una consecuencia más de nuestras
erráticas decisiones políticas, sociales y personales?, ¿estamos
siendo, como sociedad, coherentes con lo que sabemos que va a ocurrir
más pronto que tarde; con lo que ya está ocurriendo?
Nos
vemos abocados/as a improvisar una serie de medidas, sanitarias y
económicas, que no hemos preparado ni previsto, porque no hemos
priorizado lo que más importa, el bien común, prefiriendo mirar
hacia otra parte en todos los temas que pusieran en cuestión nuestro
modelo económico individual y colectivo. Y es que, ahora más que
nunca, si miramos lo que ocurre con un poco de perspectiva, se hace
evidente que vivimos en una sociedad que prioriza el crecimiento
económico y privado a todo lo demás, y este modelo ha fracasado; no
da respuestas a una sociedad y un planeta en crisis y, si no
intervenimos de modo inmediato corrigiendo nuestros errores, nuestra
inacción nos llevará al colapso.
Los
sistemas de protección social, como ocurrió en 2008, se han
mostrado insuficientes; en los lugares más afectados incluso se
encuentran colapsados. La economía se ve abocada a una nueva
recesión económica, una infinidad de empresas recurren a ERTES (es
bien llamativo que se hable de la eficiencia de la economía de libre
mercado y que cuando vienen mal dadas sea el Estado quien salve al
sistema), y las consecuencias para el conjunto de la población, que
es quien paga al final todo, sin duda, han de ser muy gravosas.
De
nuevo, si miramos más allá de las consecuencias dramáticas de esta
pandemia, vemos como expertos, científicos y académicos hacen un
diagnóstico demoledor de la situación social, económica y
ambiental en la que nos encontramos (cambio climático, agotamiento
de los recursos naturales, creciente aumento de la desigualdad tanto
a nivel global como regional, desempleo crónico, precariedad,
migraciones...) Está en cuestión incluso la continuidad de la vida
misma: el colapso.
¡No
es crisis es capitalismo!
Y dicho sea de paso: el causante del problema social que tenemos es
el capitalismo, y un modelo social en el que, con no poca decisión,
venimos participando. Por esto, necesitamos transformarlo todo: desde
nuestros modelos de qué es público y qué dejamos en manos
privadas, hasta nuestra forma de vida egocéntrica y consumista.
Desde los modelos económicos fundamentados en el permanente
crecimiento económico, (tenemos que plantearnos seriamente
decrecer), a otros que prioricen la producción de "lo
necesario" y el derecho de todas las personas a llevar vidas
dignas, igualitarias y seguras. Desde una industria muy dependiente
de energías fósiles y contaminantes, a otra basada en energías
limpias y renovables, dentro de un sistema productivo de
proximidad... Es mentira que lo privado sea garantía de eficiencia.
Lo privado es solo garantía de beneficio privado.
El
bien común ha de estar protegido y garantizado por lo público, por
lo que es de todas las personas. Un concepto de bien común inclusivo
y responsable, que asuma que somos los causantes de las crisis en las
que viven personas menos favorecidas, así como de las de otros
pueblos, y nos impulse a obrar en consecuencia.
Vivimos
en un mundo en crisis permanente. Tenemos que tomar conciencia de que
hay que cambiarlo todo o casi todo. El llamado "mercado de
trabajo" debemos transformarlo de un modo profundo. No podemos
considerar, como hace la economía de mercado, a la población
desempleada como mano de obra de reserva. Debemos visibilizar los
trabajos de cuidados, muy feminizados, y asumirlos sin distinción de
género; y entender que trabajo es solo aquello que hay que hacer
para que todas las vidas puedan ser vividas con dignidad, intentando
escapar de la concepción económica que lo inunda todo, y que
considera trabajo, solo aquello que produce beneficios económicos.
Habrá
muchos empleos que tendrán que desaparecer. Otros nuevos, creados
conforme a las demandas de esta sociedad en crisis que habitamos,
deberán ser impulsados.
Es el
momento de impulsar un cambio de modelo económico y social que ponga
freno a un desarrollismo insensato y arrasador; de poner como
finalidad de la economía la satisfacción de necesidades reales, no
el incremento del gasto de lo superfluo en busca del beneficio
privado; de caminar, en definitiva, hacia una sociedad más sensata,
de cercanía e igualitaria. En este contexto adquiere vigencia el
reparto del empleo y de todos los trabajos. Nada se ha hecho en esta
dirección en Navarra en los últimos años, ni es de prever que los
poderes económicos y políticos remen en esa dirección; tendríamos
que ser el conjunto de hombres y mujeres quienes tomásemos esta
responsabilidad. Si el sostenimiento de la vida exige unas cargas de
trabajos productivos y de cuidados, es preciso que esas cargas se
repartan; si, además, hemos hecho del empleo la fuente de los
ingresos individuales necesarios y puerta de acceso a los derechos
individuales y sociales, ninguna persona puede quedar excluida. Es
necesario extender las experiencias de Reparto del Empleo retribuido
y darle un nuevo impulso que posibilite la generación de
automatismos sociales, que nos preparen, sea para los cambios
necesarios en los sistemas productivos, sea para que tras la
siguiente crisis nadie quede atrás
No
permitamos que sea la ley del más fuerte quien dicte cómo han de
ser las cosas. El empleo que un nuevo modelo social demande, debe ser
responsable, igualitario y solidariamente repartido entre todas las
personas.
El
reparto
de todos los trabajos
no es una respuesta post-crisis, más bien es la respuesta que damos
a una sociedad injusta sumergida en profundas y permanentes crisis,
que necesita urgentemente un cambio en los modos de vida de un
sistema fracasado.
Pamplona
/ Iruña, 28 de marzo de 2020
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