Extraído de:
El número de septiembre de la siempre estimulante revista
La
Maleta de Portbou incluye un amplio dossier titulado
Feminismo en la encrucijada. Entre otros aspectos relevantes sus colaboradoras realizan una evaluación crítica de las medidas de conciliación que pasan por
la equiparación de permisos de 16 semanas de maternidad y paternidad, y por la universalización de la educación pública infantil de 0-3 años.
En este punto se sostiene, creo que con acierto, que sin poner en duda el carácter inclusivo y favorecedor del bienestar social de dichas medidas, éstas podrían favorecer el olvido de alternativas más determinantes. Anoto textualmente: “Si la jornada laboral semanal fuera de veinte o veinticinco horas, no solo repartiríamos el empleo y reduciríamos el paro, sino que tendríamos más tiempo para cuidar o para dedicarnos a otras tareas no monetizadas pero socialmente valiosas” (Inés Campillo).
En este punto se sostiene, creo que con acierto, que sin poner en duda el carácter inclusivo y favorecedor del bienestar social de dichas medidas, éstas podrían favorecer el olvido de alternativas más determinantes. Anoto textualmente: “Si la jornada laboral semanal fuera de veinte o veinticinco horas, no solo repartiríamos el empleo y reduciríamos el paro, sino que tendríamos más tiempo para cuidar o para dedicarnos a otras tareas no monetizadas pero socialmente valiosas” (Inés Campillo).
Porque cuando esto no es así (como concreta Nuria Alabao en otra excelente colaboración) podría suceder que solo sectores más privilegiados de trabajadoras puedan conciliar, contratando a inmigrantes no siempre regulares en un sector (trabajo doméstico asalariado) condicionado por la Ley de Extranjería y por la no equiparación laboral a otros sectores. Sería así como: “Mujeres profesionales de países desarrollados descargan sus tareas de cuidados en mujeres que han tenido que migrar como estrategia de supervivencia”. Toda una precuela de las distópicas criadas de Margaret Atwood.
¿Pasar de 36 a 26 horas semanales?
En este punto podría ser de utilidad, con todas las reservas que proceden con las fuentes estadísticas en este tipo de asuntos, que ampliase aquí una reflexión previa en este diario (Tiempo de trabajo, digitalización y nuevo contrato social) en la perspectiva de género. Para ver si se observan asimetrías en la jornada laboral semanal media de las trabajadoras españolas que pudiesen reforzar aquellos sugerentes argumentos.
En aquél análisis concluía, entre otros asuntos, que la jornada laboral semanal media no se había reducido de forma sustantiva desde los años noventa en España estando aún por encima de las 36 horas. Se habría paralizado su, hasta entonces, progresiva reducción. Y reclamaba una reducción que de continuar con la tendencia histórica (y el motor tecnológico nunca fue tan gigantesco como lo es hoy para hacerlo posible) nos debiera llevar a las 26 horas semanales. Un objetivo para España que estaría en sintonía tanto con el informe 21 horas (New Economics Foundation, 2010), como con las 15 horas que Keynes vaticinó, nada menos que en 1930 en una conferencia impartida en Madrid, para comienzos de este siglo.
Mujeres por encima de 140 horas semanales
Pues bien, cuando se analiza en qué actividades la jornada semanal se sitúa aún a día de hoy para las mujeres por encima de las 40 horas nos encontramos con dos situaciones bien distintas: actividades en las que el porcentaje está muy por encima del 40% medio y otras en que el porcentaje de mujeres afectadas está muy por debajo. Es obvio que estas últimas serán aquellas en las que las posibilidades de conciliar serán más adecuadas. Todos los datos utilizados en este gráfico proceden de la Encuesta de Población Activa del INE para el segundo trimestre de este año.
Fuente: elaboración propia con datos del INE.
En el grupo virtuoso destaca la situación de las casi 600.000 mujeres ocupadas en la Administración Pública, dónde “solo” un 12% hace más de 40 horas. Algo semejante a lo que sucede con las casi un millón de trabajadoras educativas con un 15% por encima de las 40 horas. También estarían aquí el casi 1.300.000 mujeres en actividades sanitarias con “solo” un 29% trabajando más de 40 horas semanales. Actividades con un denominador común: que dependen total o muy mayoritariamente del sector público.
En estos sectores, sin que ello impida promover una reducción de jornada media hacia las 30 horas, serían en los cuales las posibilidades de conciliar por parte de las mujeres serían mayores: por tener menor peso los horarios más excesivos y por contar con ingresos menos devaluados que en otras actividades.
En el grupo desastroso incluiríamos aquellas actividades en las que, aparte de una escasa estabilidad en el empleo y una devaluación salarial galopante, nos encontramos con porcentajes de mujeres trabajando por encima de las 40 horas semanales en cotas superiores a la media del 40 %. Es lo que sucede para el millón y medio de mujeres ocupadas en el sector del comercio donde nada menos que el 50% hace más de 40 horas. Un porcentaje semejante al que se observa para el millón de trabajadoras de la hostelería. Aquí la situación de las mujeres para conciliar con otras tareas se hace más que difícil.
La fuente estadística manejada no permite precisar con rigor lo que estamos analizando para el medio millón de trabajadoras domésticas, actividades en las que la presencia de mujeres inmigrantes es destacada y no siempre de forma regular. Pues son actividades en buena medida opacas para la Encuesta del INE y que, como ya citamos, permiten que mujeres profesionales de países desarrollados descarguen sus tareas de cuidados en mujeres que han tenido que migrar como estrategia de supervivencia.
¿Conciliar?: Mejor con menos horas e igual salario
Sirvan estos datos para respaldar el argumento inicial: que en lo relativo a las políticas de conciliación es imprescindible que los permisos de natalidad y la escolarización de 0-3 años se vean acompañados por una reducción de jornada, ya que ésta en España no lo hace desde hace demasiados años. Y hacerlo singularmente en actividades donde la jornada efectiva es muy superior a la jornada media para la mitad de sus trabajadoras.
En todos los casos hacerlo ajustándose a la recomendación de la Organización Internacional del Trabajo (Recomendación ILO 1962 nº 116 punto 4), según la cual: “La duración normal del trabajo debería reducirse progresivamente… sin disminución alguna del salario que los trabajadores estén percibiendo en el momento en que se reduzca la duración del trabajo”.
Para así poder conciliar los cuidados de los hijos… y en otras muchas tareas no remuneradas pero socialmente valiosas (ya que la inmigración regulada desde países aún con alta natalidad siempre debe ser una opción alternativa). De cómo avanzar en una imprescindible reducción de jornada, sin merma de ingresos, me ocupo en el último capítulo de mi reciente Crítica del hipercapitalismo digital.
Post data final: La reducción de la jornada efectiva media, hacia las 30 horas, así como de las jornadas efectivas superiores, sin merma de ingresos y sin discriminar entre géneros, encuentra un argumento suplementario en el hecho de que las horas por cuenta ajena habitualmente trabajadas por las mujeres son inferiores a las trabajadas por los hombres: cinco horas menos a la semana de media en el conjunto del mercado laboral español. Lo que sin duda tiene que ver con la desigual presión de los cuidados familiares, y con el mayor tiempo dedicado por las mujeres a trabajos no remunerados. La reducción de jornada ayudaría a anular tales desequilibrios.
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Albino Prada es doctor en Economía y ensayista.
Albino Prada es doctor en Economía y ensayista.
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