Extraído de: https://www.elsaltodiario.com/renta-basica/reparto-del-trabajo-universal-crisis-capitalismo
Es ya vieja la confrontación en el seno de la izquierda entre dos modelos: el Reparto de Trabajo frente a la Renta Universal. Más allá de que partidarios/as de ambos compartimos objetivos y muchas claves —y de que podemos debatir cordialmente y explorar sinergias posibles—, nuestra apuesta por el Reparto de Trabajo es clara.
El Reparto de Trabajo nace de una apuesta decrecentista, como una de sus consecuencias o concreciones. No así la Renta Universal, que mantiene el tono de una reclamación creciente de derechos, pensada en una sociedad de recursos también crecientes. No empuja en una dirección decrecentista sino de un capitalismo para todos/as, que equivale a más capitalismo...
Es la dirección en la que veníamos remando —social, sindical y políticamente— la izquierda antes de la crisis, cuyo efecto fue una aceleración del capitalismo, del productivismo-consumismo, que también aceleró en gran medida nuestro acercamiento a una situación de colapso, no solo del capitalismo, sino de nuestro modelo de sociedad.
Nuestro modelo social no es válido ni sostenible, y lo será menos cuanto más se universalice. Tiene un nivel no despreciable de gasto superfluo —aun admitiendo que la separación entre lo superfluo y lo necesario no es nítida y también que la severidad de “lo necesario” puede restar vida y alegría— pero aun así, incluyendo en “lo necesario” justamente la necesidad de aspectos superfluos, existe una barrera clara de delimitación: nadie tiene derecho a lo que no tienen derecho los/as demás. Tenemos derecho a las diferencias pero no a las desigualdades, máxime cuando esas desigualdades se sitúan en la barrera de lo vitalmente imprescindible.
La Renta Universal abunda en un enfoque reivindicativo-garantista que solo puede soportarse en el avance del capitalismo, no en su freno. Toda reivindicación económica en la historia del movimiento obrero ha contribuido a ese avance del capitalismo, aunque solo en algunas zonas geográficas. En la actualidad ha hecho tope en sus posibilidades expansivas y se enfrenta a un grave riesgo de implosión. La única reivindicación digna, más todavía en sociedades como las nuestras en las cuales hemos superado ampliamente el nivel de satisfacción de necesidades básicas, es la reivindicación de mayores cotas de igualdad.
Sin embargo, la única razón que otorga 'derechos a' tantas cosas es haber nacido en determinado lugar y tiempo, ya que ningún otro mérito o razón los sostiene. En este sentido, sería perfectamente legítima una Renta Universal compartida con Tanzania, o con Tanzania y Madagascar, en función de lo que en justicia nos correspondiese. Lo otro, la reivindicación de la Renta Universal, no para todas las personas sino solo para los/as ciudadanos/as (del primer mundo), abunda en la desigualdad y el capitalismo.
Por otra parte, se suele aducir a favor de la Renta Universal que mejoraría las condiciones salariales y laborales de los empleos. No es nada seguro. Las políticas de ayudas y subvenciones no han podido nunca con el capitalismo necesariamente voraz que ha desarrollado una enorme capacidad de dominación, y esa voracidad del capitalismo no es algo voluntario ni moral, sino sistémica, mecánica y necesaria.
Así, por ejemplo, las ayudas a la vivienda no facilitan el acceso a una vivienda decente a quien carece de ella, sino que suponen una inyección de dinero al mercado inmobiliario, dejando casi vedada esa posibilidad de acceso universal. Esas ayudas públicas se entregan a los “pobres” para que corran a entregárselas a los “ricos". Seguramente son necesarias en el corto plazo, pero en absoluto modifican lo que hay y, en el medio plazo, serán insuficientes e inviables.
Igualmente la Renta Universal no modificará las condiciones del empleo, más bien, si no resultan muy significativas, consolidará las desigualdades de la actual situación y, si es de máximos, requiere quedarnos instalados en una Arcadia feliz en la que nadie trabaja, en la cual las necesidades de bienes y servicios se satisfagan por sí solas.
Frente a lo que se acostumbra, personalmente, defiendo que el factor trabajo tiene un componente más allá de lo puramente económico, como realización de capacidades en la contribución a la satisfacción de las necesidades humanas, pese a su actual carácter alienante, considerando al mismo tiempo que no parece que el modelo de ocio actual tenga un carácter menos alienante.
En nuestras sociedades avanzadas la mayoría social, clasemediada, nos consideramos, porque sí, sujetos de derechos. Por el contrario, ninguna situación social —sí las individuales y las familiares— nos plantea ninguna exigencia. Este es un rasgo que se acentúa en la “izquierda”: defensa a ultranza de nuestros derechos —sindicalmente solo de los/as trabajadores/as con derechos— y rechazo rotundo a cualquier exigencia; y exacerbado individualismo, aunque a veces se manifieste de manera grupal. Por ejemplo, el lema “que la crisis la paguen los capitalistas”, mantenido a lo largo de toda la reciente “crisis” es la declaración de nuestra voluntad de no pagar ninguno de los platos rotos, sin que en nada nos importa que los paguen, no los capitalistas, sino quienes están en peor situación que nosotros mismos.
Solo al capitalismo, a su desarrollismo y su modelo competitivo, estamos dispuestos a sacrificarle cesiones, en aras de sus amenazas o de sus promesas. Esto hace que el capitalismo lleve totalmente la iniciativa social y política. Sencillamente no podemos hacerle la contra porque pensamos en capitalismo, en desarrollismo, sin querer darnos cuenta que el crecimiento, la productividad, el deterioro laboral y el incremento de las desigualdades van en el mismo paquete. Esa capacidad de iniciativa le permite al capitalismo ser el que reparte el empleo, el que decreta las políticas fiscales y sociales… Una iniciativa que no vamos a recuperar, demandando “más capitalismo”. Hace tiempo que la reivindicación, en cuanto aspiración a más, ha contribuido a meternos, a implicarnos en el capitalismo, reduciendo así nuestra capacidad de antagonismo y lucha. Iniciativa que solo podríamos recuperar por una apuesta clara de menos capitalismo, para que saquemos, al menos parcialmente, nuestras vidas de su modelo de desarrollo. Es posible que no sea suficiente para acabar con él, por al menos podría frenarlo y aminorarlo.
Solo, también, desde una apuesta por el Reparto de Trabajo, podríamos recomponer los niveles de igualdad social, sin los cuales no podremos recuperar una necesaria unidad social que nos permita una nueva confrontación a mayor escala.
En este aspecto, la razón que me parece más poderosa para la opción por el Reparto de Trabajo frente a la Renta Universal es la dependencia que generaría del Estado su demanda y consecución, esperando que de él vengan todas las soluciones. Aun en el caso de que pudiera conseguirse, la Renta Universal nos dejaría una sociedad más fiada del Estado, más desactivada y dependiente; en definitiva, más sujeta o dependiente de esos derechos, con menor predisposición a contribuir. Una Renta Universal de cierto calado vendría a ser como una especie de nuevo pacto social, algo que el capitalismo actual no está en condiciones de ofertar. Y una Renta Universal de mínimos, que es sobre la que sectores capitalistas y gubernamentales ya están hablando, dejaría una sociedad perfectamente escindida...
La actual izquierda sigue vinculada a la modernidad y al progresismo, y esto significa puro estatismo, un vínculo que, a mi entender, es preciso rechazar. Este rechazo está ligado a la recuperación del sentido del límite, roto hoy por una creencia desmedida en las capacidades humanas; y un desprecio a otras fuerzas o leyes que también operan en el mundo y las sociedades. Nos ha ocurrido anteriormente: en los principios de los 70, cuando todavía éramos una sociedad próxima a la satisfacción de las necesidades básicas, la reivindicación económica generaba solidaridad y enfrentaba a la gente con el capitalismo. Posteriormente, en una sociedad enriquecida, el efecto pasó a ser el contrario: individualismo y adhesión al capitalismo; pero nosotros/as no quisimos darnos cuenta, esa reivindicación era lo que aparentemente nos mantenía y nos aportaba poder. Hoy, con el estatismo imperante, puede estar empezando a pasarnos lo mismo.
El Estado, en nuestras sociedades, hasta cierto punto puede ser un avance civilizatorio pero, a partir de un cierto nivel de desarrollo, el efecto es el contrario. Lo general y distante acaba por matar lo concreto y cercano: si cumplo con mis “obligaciones para con el Estado, ¿por qué tengo que ser solidario con mi vecino/a?". Lo decía bien Kropotkin: "la absorción por el Estado de todas las funciones sociales, favoreció fatalmente el desarrollo de un individualismo estrecho y desenfrenado. A medida que los deberes del ciudadano con el Estado se multiplicaban, los ciudadanos, evidentemente, se liberaban de los deberes hacia los otros”. Eso lo dijo hace más de 100 años. La Renta Universal será un paso sin retorno en esta dirección fatal.
El Reparto de Trabajo, sin embargo, arranca de una decisión personal, depende más de nosotros/as mismos/as, de nuestra predisposición al repartir trabajo y riqueza, sin la cual es más que difícil creer en la exigencia de reparto. Se trata de tomar de manera autónoma nuestras propias decisiones, de hacer y de convertir nuestro hacer mismo en demanda social y política, lo que nos acercaría a métodos de actuación cercanos a la objeción de conciencia o la desobediencia civil, cuyas posibilidades transformadoras son mucho mayores que la mera reivindicación. Es una herramienta social que está mucho más en nuestras manos y que activa a quien lo ejercita, de la misma forma que, a la inversa, la persona que mete horas extras queda por este hecho ya desactivado.
Hay que prever, además, que siendo conscientes de que el actual escenario de crisis no va a ser algo pasajero, sino condenado a repetirse, hacerse crónico y profundizarse, va a requerir una sociedad capaz de irrumpir, de estar activa y de asumir la lucha contra los problemas que se nos plantean. Lo que avancemos en la fase actual de la crisis en esa dirección de considerar que el asunto nos incumbe y en la decisión por afrontarlos, será crucial en el futuro. Resulta inconcebible plantear la hipótesis de que las salidas a la crisis del capitalismo la vayan a plantear los poderes económicos o políticos. No van a tener posibilidades reales ni tampoco voluntad de encarar los graves problemas que están generando. La respuesta y la responsabilidad estará, en algún momento, solo en nuestras manos. Texto preparado para el encuentro sobre el Reparto de Trabajo y la Renta Básica Universal (o Renta Básica Incondicionada) celebrado por Banatu el 17 de noviembre en Iruñea.
Es ya vieja la confrontación en el seno de la izquierda entre dos modelos: el Reparto de Trabajo frente a la Renta Universal. Más allá de que partidarios/as de ambos compartimos objetivos y muchas claves —y de que podemos debatir cordialmente y explorar sinergias posibles—, nuestra apuesta por el Reparto de Trabajo es clara.
El Reparto de Trabajo nace de una apuesta decrecentista, como una de sus consecuencias o concreciones. No así la Renta Universal, que mantiene el tono de una reclamación creciente de derechos, pensada en una sociedad de recursos también crecientes. No empuja en una dirección decrecentista sino de un capitalismo para todos/as, que equivale a más capitalismo...
Es la dirección en la que veníamos remando —social, sindical y políticamente— la izquierda antes de la crisis, cuyo efecto fue una aceleración del capitalismo, del productivismo-consumismo, que también aceleró en gran medida nuestro acercamiento a una situación de colapso, no solo del capitalismo, sino de nuestro modelo de sociedad.
Nuestro modelo social no es válido ni sostenible, y lo será menos cuanto más se universalice. Tiene un nivel no despreciable de gasto superfluo —aun admitiendo que la separación entre lo superfluo y lo necesario no es nítida y también que la severidad de “lo necesario” puede restar vida y alegría— pero aun así, incluyendo en “lo necesario” justamente la necesidad de aspectos superfluos, existe una barrera clara de delimitación: nadie tiene derecho a lo que no tienen derecho los/as demás. Tenemos derecho a las diferencias pero no a las desigualdades, máxime cuando esas desigualdades se sitúan en la barrera de lo vitalmente imprescindible.
La Renta Universal abunda en un enfoque reivindicativo-garantista que solo puede soportarse en el avance del capitalismo, no en su freno. Toda reivindicación económica en la historia del movimiento obrero ha contribuido a ese avance del capitalismo, aunque solo en algunas zonas geográficas. En la actualidad ha hecho tope en sus posibilidades expansivas y se enfrenta a un grave riesgo de implosión. La única reivindicación digna, más todavía en sociedades como las nuestras en las cuales hemos superado ampliamente el nivel de satisfacción de necesidades básicas, es la reivindicación de mayores cotas de igualdad.
Sin embargo, la única razón que otorga 'derechos a' tantas cosas es haber nacido en determinado lugar y tiempo, ya que ningún otro mérito o razón los sostiene. En este sentido, sería perfectamente legítima una Renta Universal compartida con Tanzania, o con Tanzania y Madagascar, en función de lo que en justicia nos correspondiese. Lo otro, la reivindicación de la Renta Universal, no para todas las personas sino solo para los/as ciudadanos/as (del primer mundo), abunda en la desigualdad y el capitalismo.
Por otra parte, se suele aducir a favor de la Renta Universal que mejoraría las condiciones salariales y laborales de los empleos. No es nada seguro. Las políticas de ayudas y subvenciones no han podido nunca con el capitalismo necesariamente voraz que ha desarrollado una enorme capacidad de dominación, y esa voracidad del capitalismo no es algo voluntario ni moral, sino sistémica, mecánica y necesaria.
Así, por ejemplo, las ayudas a la vivienda no facilitan el acceso a una vivienda decente a quien carece de ella, sino que suponen una inyección de dinero al mercado inmobiliario, dejando casi vedada esa posibilidad de acceso universal. Esas ayudas públicas se entregan a los “pobres” para que corran a entregárselas a los “ricos". Seguramente son necesarias en el corto plazo, pero en absoluto modifican lo que hay y, en el medio plazo, serán insuficientes e inviables.
Igualmente la Renta Universal no modificará las condiciones del empleo, más bien, si no resultan muy significativas, consolidará las desigualdades de la actual situación y, si es de máximos, requiere quedarnos instalados en una Arcadia feliz en la que nadie trabaja, en la cual las necesidades de bienes y servicios se satisfagan por sí solas.
Frente a lo que se acostumbra, personalmente, defiendo que el factor trabajo tiene un componente más allá de lo puramente económico, como realización de capacidades en la contribución a la satisfacción de las necesidades humanas, pese a su actual carácter alienante, considerando al mismo tiempo que no parece que el modelo de ocio actual tenga un carácter menos alienante.
En nuestras sociedades avanzadas la mayoría social, clasemediada, nos consideramos, porque sí, sujetos de derechos. Por el contrario, ninguna situación social —sí las individuales y las familiares— nos plantea ninguna exigencia. Este es un rasgo que se acentúa en la “izquierda”: defensa a ultranza de nuestros derechos —sindicalmente solo de los/as trabajadores/as con derechos— y rechazo rotundo a cualquier exigencia; y exacerbado individualismo, aunque a veces se manifieste de manera grupal. Por ejemplo, el lema “que la crisis la paguen los capitalistas”, mantenido a lo largo de toda la reciente “crisis” es la declaración de nuestra voluntad de no pagar ninguno de los platos rotos, sin que en nada nos importa que los paguen, no los capitalistas, sino quienes están en peor situación que nosotros mismos.
Solo al capitalismo, a su desarrollismo y su modelo competitivo, estamos dispuestos a sacrificarle cesiones, en aras de sus amenazas o de sus promesas. Esto hace que el capitalismo lleve totalmente la iniciativa social y política. Sencillamente no podemos hacerle la contra porque pensamos en capitalismo, en desarrollismo, sin querer darnos cuenta que el crecimiento, la productividad, el deterioro laboral y el incremento de las desigualdades van en el mismo paquete. Esa capacidad de iniciativa le permite al capitalismo ser el que reparte el empleo, el que decreta las políticas fiscales y sociales… Una iniciativa que no vamos a recuperar, demandando “más capitalismo”. Hace tiempo que la reivindicación, en cuanto aspiración a más, ha contribuido a meternos, a implicarnos en el capitalismo, reduciendo así nuestra capacidad de antagonismo y lucha. Iniciativa que solo podríamos recuperar por una apuesta clara de menos capitalismo, para que saquemos, al menos parcialmente, nuestras vidas de su modelo de desarrollo. Es posible que no sea suficiente para acabar con él, por al menos podría frenarlo y aminorarlo.
Solo, también, desde una apuesta por el Reparto de Trabajo, podríamos recomponer los niveles de igualdad social, sin los cuales no podremos recuperar una necesaria unidad social que nos permita una nueva confrontación a mayor escala.
En este aspecto, la razón que me parece más poderosa para la opción por el Reparto de Trabajo frente a la Renta Universal es la dependencia que generaría del Estado su demanda y consecución, esperando que de él vengan todas las soluciones. Aun en el caso de que pudiera conseguirse, la Renta Universal nos dejaría una sociedad más fiada del Estado, más desactivada y dependiente; en definitiva, más sujeta o dependiente de esos derechos, con menor predisposición a contribuir. Una Renta Universal de cierto calado vendría a ser como una especie de nuevo pacto social, algo que el capitalismo actual no está en condiciones de ofertar. Y una Renta Universal de mínimos, que es sobre la que sectores capitalistas y gubernamentales ya están hablando, dejaría una sociedad perfectamente escindida...
La actual izquierda sigue vinculada a la modernidad y al progresismo, y esto significa puro estatismo, un vínculo que, a mi entender, es preciso rechazar. Este rechazo está ligado a la recuperación del sentido del límite, roto hoy por una creencia desmedida en las capacidades humanas; y un desprecio a otras fuerzas o leyes que también operan en el mundo y las sociedades. Nos ha ocurrido anteriormente: en los principios de los 70, cuando todavía éramos una sociedad próxima a la satisfacción de las necesidades básicas, la reivindicación económica generaba solidaridad y enfrentaba a la gente con el capitalismo. Posteriormente, en una sociedad enriquecida, el efecto pasó a ser el contrario: individualismo y adhesión al capitalismo; pero nosotros/as no quisimos darnos cuenta, esa reivindicación era lo que aparentemente nos mantenía y nos aportaba poder. Hoy, con el estatismo imperante, puede estar empezando a pasarnos lo mismo.
El Estado, en nuestras sociedades, hasta cierto punto puede ser un avance civilizatorio pero, a partir de un cierto nivel de desarrollo, el efecto es el contrario. Lo general y distante acaba por matar lo concreto y cercano: si cumplo con mis “obligaciones para con el Estado, ¿por qué tengo que ser solidario con mi vecino/a?". Lo decía bien Kropotkin: "la absorción por el Estado de todas las funciones sociales, favoreció fatalmente el desarrollo de un individualismo estrecho y desenfrenado. A medida que los deberes del ciudadano con el Estado se multiplicaban, los ciudadanos, evidentemente, se liberaban de los deberes hacia los otros”. Eso lo dijo hace más de 100 años. La Renta Universal será un paso sin retorno en esta dirección fatal.
El Reparto de Trabajo, sin embargo, arranca de una decisión personal, depende más de nosotros/as mismos/as, de nuestra predisposición al repartir trabajo y riqueza, sin la cual es más que difícil creer en la exigencia de reparto. Se trata de tomar de manera autónoma nuestras propias decisiones, de hacer y de convertir nuestro hacer mismo en demanda social y política, lo que nos acercaría a métodos de actuación cercanos a la objeción de conciencia o la desobediencia civil, cuyas posibilidades transformadoras son mucho mayores que la mera reivindicación. Es una herramienta social que está mucho más en nuestras manos y que activa a quien lo ejercita, de la misma forma que, a la inversa, la persona que mete horas extras queda por este hecho ya desactivado.
Hay que prever, además, que siendo conscientes de que el actual escenario de crisis no va a ser algo pasajero, sino condenado a repetirse, hacerse crónico y profundizarse, va a requerir una sociedad capaz de irrumpir, de estar activa y de asumir la lucha contra los problemas que se nos plantean. Lo que avancemos en la fase actual de la crisis en esa dirección de considerar que el asunto nos incumbe y en la decisión por afrontarlos, será crucial en el futuro. Resulta inconcebible plantear la hipótesis de que las salidas a la crisis del capitalismo la vayan a plantear los poderes económicos o políticos. No van a tener posibilidades reales ni tampoco voluntad de encarar los graves problemas que están generando. La respuesta y la responsabilidad estará, en algún momento, solo en nuestras manos. Texto preparado para el encuentro sobre el Reparto de Trabajo y la Renta Básica Universal (o Renta Básica Incondicionada) celebrado por Banatu el 17 de noviembre en Iruñea.
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