domingo, 26 de agosto de 2018

Opinión: ¿Más crecimiento? (Julen Rekondo)


Extraído de: http://www.noticiasdenavarra.com/2018/08/25/opinion/mas-crecimiento

El desarrollo industrial tiene muchos componentes, además de los más obviamente económicos; básicamente culturales y sociales. No es, pues, algo intrínsecamente malo per se, como a veces pudiera pensarse al escuchar determinados mensajes catastrofistas. Gracias a la Revolución Industrial hemos conseguido un desarrollo industrial, sanitario, económico, alimenticio, turístico, cultural y educativo, inimaginable antes de la llegada de las máquinas. Todo lo cual podría resumirse en una afirmación tan cierta como poco aireada: nunca habíamos vivido más y mejor, aunque en los últimos años la crisis económica está golpeando a no pocas familias.

Hace sólo un siglo, en Navarra la esperanza media de vida al nacer era de menos de 45 años. En estos momentos, la esperanza media de vida al nacer una niña es de 86,8 años, y de un bebe masculino de 81,1 años. Lo que significa que las y los ciudadanos navarros casi han doblado la duración media de su vida en sólo un siglo, cuando durante milenios los seres humanos vivían en promedio más o menos lo mismo: entre treinta y cuarenta años.

¿Cuál es el problema, entonces? Pues que ese desarrollo industrial y sus consecuencias innegablemente positivas se ha hecho a costa de elementos de la Biosfera -recursos naturales de todo tipo, minerales, vegetales y animales- generando al tiempo componentes indeseables que englobamos bajo el nombre genérico de residuos.

La actual sociedad de consumo, imperante en los países ricos o más desarrollados, como el que vivimos, considera que son residuos desechables múltiples sustancias que, sin embargo, tienen valor, a menudo mucho valor. Por no reconocerlo así, nuestro problema es que ahora, de repente, nos ahogamos en nuestros propios desechos. Hoy en día hay quien mide, aunque no estoy de acuerdo, ni muchos menos, el grado de desarrollo de una sociedad por el volumen de basura doméstica que produce. El límite del superdesarrollo está en un kilo y pico por habitante y día… Tenía razón aquel sociólogo lúcido que describió a nuestra sociedad como la “sociedad del desperdicio”.

Por otra parte, Rene Thon, matemático francés fundador de la teoría de las catástrofes, abrió la puerta aquello de que el 20% de la población mundial disfruta del 80% de la riqueza total del planeta. Burda pero expresiva reducción a cifras de algo que ciertamente resulta mucho más burdo. Porque más ajustado a lo comprensible es aquello de los 225 hipermillonarios con más dinero que 2.500 millones de personas del mundo desfavorecido. Por tanto, un 47% de la humanidad posee tanto como el 0,0000004 de la misma. Lo cual nos extravía definitivamente por aquello de los ceros a la izquierda ya que, sin duda, están más bien a la derecha.

Algo más de comprensión de lo que nos pasa se puede extraer del juego de los veinte y los ochenta, que por sorprendente coincidencia nos acecha en otros muchos campos. Por ejemplo, esa es la proporción en que se derrochan los recursos naturales básicos para la humanidad. Quiero expresar que el 80% de los seres humanos no opulentos sólo desgasta los recursos de la vida en un 20%.

En el siglo XXI en el que vivimos se viene a reclamar una política que se ha popularizado con el concepto de desarrollo sostenible. Pero hay muchas interpretaciones sobre cómo se entiende tal desarrollo, y en muchas ocasiones hay quienes sostienen que se basa en un crecimiento imparable de todo: consumo, producción, población, etcétera.

Y la Tierra es un sistema cerrado, en el que un crecimiento continuo de todo eso resulta imposible. En cambio, un desarrollo sostenible, tal como lo concibo, debe ser capaz de considerar, quizá dentro de no mucho tiempo, que se trata no tanto de crecer en términos absolutos como de repartir mejor, vivir con menos y crecer sólo en términos relativos y localmente. Eso sólo es posible con una decidida política de redistribución de riquezas y recursos, además de una imprescindible minimización de los impactos de todo tipo que genera el desarrollo industrial actual.

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